Hay mañanas en las que extraño el lago, en las que me despierto en medio de la noche con lo kakaraqueos del gallo loco que vive al lado. Me despierto y pienso que voy por esos rumbos, que es hora de ir a escuchar los bostezos matutinos de los animales del bosque. Recuerdo que huele a yerba fresca en aquellas horas en las que el sol aún no sale... recuerdo que me gustaba ese olor y ese griterío de bestias a medias dormidas, a medias excitadas por el frío antes del alba... y la soledad de la caminata por el sendero de adoquín... en completa obscuridad en medio de árboles viejos. A la izquierda el lago despertando, lleno de vapor y de patos que quaquean con total libertad mientras abren los ojos al nuevo día... a una nueva vida.

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