-Ésa es la literatura, historias de personas que se desvanecen, que se funden.- Cuando el café cayó sobre mi brazo supe que aún estaba caliente, tal vez imbebible.
Imaginar que se estás emocionado para controlar los nervios... - en verdad, o sólo engañarlos... - no se puede estar en dos lugares a la vez... - pero siempre hay día y noche en algún lugar... Invariablemente. Qué es lo invariable? Realmente lo que no cambia o lo que no tiene posibilidad de cambiar. Es una maldición sin duda, algún maleficio sin remedio, sin variables que le salven.
- ¿Y si lo haces bien? -preguntó.
Nunca sabía qué responder ante esas señales de familiaridad. Me ponían nerviosa, era como si de alguna manera él creyera en mí... - No hay absolutos- repetía. Ya sabía esas palabras, suertudas palabras que cobraban vida una y otra vez. A él le gustaban sus palabras, lo sabía, a mí también.
Los hechos permanecían imbebibles mientras el olor de las suposiciones se nos desparramaba de la habitación; así nuestras tardes de martes, así muchas otras.
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