domingo, 7 de abril de 2013

Las hormigas




Un sueño, esa mañana estaba agotada por el sueño que había padecido momentos antes.Tenía la ligera sospecha de que no significaba absolutamente nada; pudo ser solamente una de esas imágenes borrosas que después trataba de comunicar para que nadie entendiera, o quizá sólo era algo escondido tras las lecturas de la noche anterior... sí, eso podía ser... no había necesidad de llamar de urgencia a nadie, a alguien: Dr. Gutiérrez. O tal vez, como la sospecha que era, dejaba un enunciado inconcluso en el cual ella habitaría los próximos días.

Ya había comentado con él que en ocasiones llegaba a sentir algo que la ofuscaba con tal profundidad como para pensar en la posibilidad de llamarlo por teléfono y tener algo así como una charla-consulta telefónica. A pesar de eso, ella sabía muy en el fondo -tal vez no tan en lo escondido- que lo que fuese que le ocurriera en aquellos momentos podría ser manejado con la simpleza que correspondía a los minúsculos incidentes de la vida cotidiana, un tanto al estilo en que -según ella- todos resuelven sus asuntos, ignorándolos. Sin embargo, ése era su justo problema, prestar demasiada atención a un sólo detalle, observarlo, darle vueltas y corretear su forma disforme, agotarse tras suposiciones y teorías que después eran desechadas para poder continuar viviendo, después de perder la cabeza terminaba cerrándola. Sabía bien que tanto desmenuzar sueños era lo que la había puesto en ese lugar desde el inicio: querer entender las persecuciones que vivía mientras dormía. 

Antes, las luces estaban a su favor, la dibujaban como si fuera su juguete. Ella pensaba que la imagen que veía en su cabeza de sí misma en medio de cualquier entorno era nítida, detallada, sin fallas, pero fue tiempo después, cuando las crisis comenzaron, que revisó algunas fotos de tiempos anteriores. Según su memoria lo que veía en el papel era mentira, las fotos mostraban detalles que ella jamás hubo apreciado y, así, cayó en la cuenta de lo confuso que había sido el momento de aprehender la imagen que había conservado para sí en su cabeza; confirmaban la distorsión total que padecía; que había vivido entre espectros producidos por su propia mente... Ya pasados los años, por fin lo vio. 

Entonces, ahora todo se trataba de sueños. Poco a poco iba perdiendo la vista, estaba casi tan ciega como un topo, los objetos eran sólo sombras que ella manipulaba en la cabeza. La situación parecía convertirse en una realidad perfectamente manejable tanto más ciega estaba, pero con los sueños, con los sueños era otra cosa. Los sueños eran mundos imposibles de cambiar a voluntad, se encontraba adentro indefensa y, quizá por eso, huía de todos ellos.

Había estado recostada en su cama, así comenzaba el sueño de actual cuestión, completamente sobre la espalda, arropada con las cobijas y con dificultad para realizar algún movimiento. No había sensación de asfixia. Estaba con los ojos completamente abiertos observando el techo. En vigilia acostumbraba estar en esa posición, observando el techo, sin sonidos ni movimientos bruscos. Si acaso llegaba a levantar un brazo de manera perpendicular a su cuerpo. Le gustaba la sensación de dejar un abrazo levantado mientras la sangre le corría con mayor velocidad por su torrente sanguíneo en dirección a su pecho, era como si toda la sangre se viese arrojada hacia su rostro, y entonces, pasados algunos minutos, el brazo flotaba en el aire vacío, seco, ausente. No había cansancio ni sensación de tiempo... en todo el cuerpo. Tal vez en su sueño levantó el brazo... debió ser el derecho. Lo levantó en dirección al techo para seguir con su dedo índice el camino lleno de hormigas que se dibujaba en el blanco soporte, era algo similar a una línea negra, gruesa y llena de intersticios y abultamientos. Las hormigas caminaban unas sobre otras formando burbujeantes conglomerados de negruzcas patitas y ojos, antenas llenas de diminutos pelos, pelos gruesos y pegajosos, y sin más ni más, el caos brotaba, las burbujas se rompían y las hormigas salían en todas direcciones. Eran infinitas. En menos de un segundo otro abultamiento reaparecía en otra zona del camino y la gruesa línea negra lucía perfecta de nuevo, hermosa. Desde la cama ella la observaba y la seguía con su dedo índice. Cruzaba de un lado al otro de la habitación hipnotizándola.

Así transcurría su sueño, en la más perfecta calma y, sin tener el menor indicio de lo que ocurriría, ella mantenía la vista fija en la línea, tal vez fue una imagen demasiado nítida, clara... aún cuando todo se transformó, su perfección era su claridad.


Pasados algunos instantes el cambio en la línea fue monstruoso, algunas de las hormigas se volcaron en insectos grandes como puños que perseguían a las anteriores. Había alacranes, cienpies, culebras enroscándose por el techo, y otros engendros con tenazas. La línea se convirtió en una telaraña, todas las criaturas se desplazaban en direcciones aleatorias. Las burbujas que antes explotaban en hartazgo de hormigas, ahora desnudaban a algún escorpión, y las demás huían... Ella bajó su brazo, era inútil tratar de dibujar algún rumbo. Era todo confusión.

Despertó recostada sobre su lado derecho. La luz entraba por la ventana. Pensó durante algunos instantes en el sueño pero sólo logró asir detalles sin secuencia. Se preguntó si debía llamar a Gutiérrez... -No, ya no puede hacer nacer nada.- Cerró los ojos e intentó dormir de nuevo mientras repetía un fragmento de García Lorca.