domingo, 11 de noviembre de 2012

Orange Sky


                                                                                                                             Foto Mar Saldaña


"He hangs in shades the Orange bright,

Like golden Lamps in a green Night."

                                                   A. Marvell

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Haiosylver

He considerado algunas veces que mi madre ha de llorar por las noches bajo las sábanas, tragando algunos sollozos y otros dejándolos escapar -bien sabida la intención de esto último-, debido a la abrupta discontinuidad entre sus sueños y la realidad -una fortuna que así sea-. También he pensado que los estados de negación se instalan gratuitamente en cualquier cabeza a horas no esperadas, tanto más predecibles que los momentos en los que el deseo se revela y no hay quién o qué lo calme -a menos que el espíritu sea demasiado tibio e incapaz de avivar tal llamado-.

Ayer ocurrieron esos estados, el de negación y el de deseo, bien juntos que llegaron y hube de hacerles caso a eso de las seis de la tarde; la falta de tibieza tuvo que esperar para cualquier otro día del año, ya sabe que la dejo participar en su constante esfuerzo por arruinarme la vida, pero no ayer, no en ese atardecer que era más bien la huida rápida del sol para dar entrada a un otoño que había estado hartándose de esperar tras días soleados y árboles aún atascados de verde. Curioso que apenas ayer -en lo que fue mi primer escape... en el año... en años- cayera en la cuenta de que el tiempo en que estamos es ése que más me gusta, ése que espero con las muchas celebraciones de mi cumpleaños ahí en principios de septiembre; por lo visto todos los pasteles valieron mierda como anunciantes del otoño -los dulces han quedado jodidos... ¿de nuevo?-.

De un momento a otro pensé que era buena idea salir a rodar mi vieja haiosylver, sí, esa bici que he tenido desde el año de 1997 y cuyo nombre obviamente hace notar el también viejo deseo de vivir aventuras Stephenkingianas con algún ente del mal zumbando en mis oídos mientras pedaleo con fuerzas fantásticas... hacia la salvación. No, nada de eso ocurrió por aquellos de mis 12 años cuando recibí en navidad una bici color rosado -es una dama, puede que no le agrade que revele tanto de su tiempo...-. Recuerdo que no hubo pasado mucho para que sintiera que no era el color indicado para salir al trote, fue entonces que la envié al salón de belleza, pagué unos cuantos pesos, quizá demasiados para mi bolsillo, y me la entregaron vestida de negro. Aún hoy conserva esa misma pintura, ayer también, pero creo que ya no gusta de ese estado.

Salí entonces de casa poco después de las seis de la tarde, no faltando mucho para el anochecer. Manejé por calles que jamás había tomado sola en bicicleta. Conduje mientras caía el sol, caían las hojas de los árboles... mientras se formaban remolinos de viento y yo pasaba de corrido en medio de ellos. Vi las calles de la ciudad como nunca antes, en ninguna noche, hube visto, con el asfalto brillante por el alumbrado y bañado de hojarasca. No es necesario decirlo pero no había ente maligno alguno que me fuera persiguiendo.

Regresé a casa. Madre preguntó por mi recorrido. Le conté que había estado sola pedaleando por horas con rumbo al centro de la ciudad, que llegué tan lejos como jamás había imaginado... que no tuve miedo. Creyó que era una broma -¡bravo!-.

Mañana llevaré a la haiosylver a su siguiente retoque, creo que ya está lista para perder su estado de negación. Eso haré, acomodarle dos o tres colores más adoc para su próximo periodo Royaltenenbaumsnian..., algo clásico, sin monstruos y con algún probable rumbo... -tal vez más allá de las teorías-. Todo listo... a menos que la tibieza venga a llevarse mis buenas ganas a la chingada.


                                                                                                                Foto Mar Saldaña

lunes, 5 de noviembre de 2012

Cuando de borrar se trata [en el camino]



Dónde estaba esta mañana que he olvidado despintarme las uñas..., la cabeza se siente volátil. Pocos detalles he atrapado desde hace semanas. Ahora no puedo poner la culpa en la ineficiencia de Gutiérrez, no ahora que casi lo he vuelto a abandonar. Buen detalle que no seamos íntimos de algún modo, no tengo fuerza suficiente para la codependencia.


El sueño apareció de nuevo. En el cuarto se encontraba aquel viejo 'él' y su... -¿cómo habré de llamarlo?-. Veo una especie de cuerpo sin vida a su lado... el otro hombre -en momentos previos con demasiada vida-.



Algunas veces en vigilia recuerdo los dos rostros masculinos disfrutándose. Una fortuna que jamás lo haya visto en la realidad en aquella situación, con esa particular expresión de goce.



-¿Cuál realidad?- podría preguntar Gutiérrez. En algún momento, aún con los ojos cerrados, ya lo he visto y, sin importar más detalles de mi estado, he reconocido su rostro.



En estos días muchas imágenes han comenzado a desvanecerse. Con suerte ese sueño también quedará olvidado. O tal vez con suerte, otro tipo de suerte, jamás lo olvide. 

Como les decía, esta mañana olvidé despintar mis uñas.



                                                                                                  

                                                                                                                     Foto Mar Saldaña