domingo, 11 de noviembre de 2012

Orange Sky


                                                                                                                             Foto Mar Saldaña


"He hangs in shades the Orange bright,

Like golden Lamps in a green Night."

                                                   A. Marvell

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Haiosylver

He considerado algunas veces que mi madre ha de llorar por las noches bajo las sábanas, tragando algunos sollozos y otros dejándolos escapar -bien sabida la intención de esto último-, debido a la abrupta discontinuidad entre sus sueños y la realidad -una fortuna que así sea-. También he pensado que los estados de negación se instalan gratuitamente en cualquier cabeza a horas no esperadas, tanto más predecibles que los momentos en los que el deseo se revela y no hay quién o qué lo calme -a menos que el espíritu sea demasiado tibio e incapaz de avivar tal llamado-.

Ayer ocurrieron esos estados, el de negación y el de deseo, bien juntos que llegaron y hube de hacerles caso a eso de las seis de la tarde; la falta de tibieza tuvo que esperar para cualquier otro día del año, ya sabe que la dejo participar en su constante esfuerzo por arruinarme la vida, pero no ayer, no en ese atardecer que era más bien la huida rápida del sol para dar entrada a un otoño que había estado hartándose de esperar tras días soleados y árboles aún atascados de verde. Curioso que apenas ayer -en lo que fue mi primer escape... en el año... en años- cayera en la cuenta de que el tiempo en que estamos es ése que más me gusta, ése que espero con las muchas celebraciones de mi cumpleaños ahí en principios de septiembre; por lo visto todos los pasteles valieron mierda como anunciantes del otoño -los dulces han quedado jodidos... ¿de nuevo?-.

De un momento a otro pensé que era buena idea salir a rodar mi vieja haiosylver, sí, esa bici que he tenido desde el año de 1997 y cuyo nombre obviamente hace notar el también viejo deseo de vivir aventuras Stephenkingianas con algún ente del mal zumbando en mis oídos mientras pedaleo con fuerzas fantásticas... hacia la salvación. No, nada de eso ocurrió por aquellos de mis 12 años cuando recibí en navidad una bici color rosado -es una dama, puede que no le agrade que revele tanto de su tiempo...-. Recuerdo que no hubo pasado mucho para que sintiera que no era el color indicado para salir al trote, fue entonces que la envié al salón de belleza, pagué unos cuantos pesos, quizá demasiados para mi bolsillo, y me la entregaron vestida de negro. Aún hoy conserva esa misma pintura, ayer también, pero creo que ya no gusta de ese estado.

Salí entonces de casa poco después de las seis de la tarde, no faltando mucho para el anochecer. Manejé por calles que jamás había tomado sola en bicicleta. Conduje mientras caía el sol, caían las hojas de los árboles... mientras se formaban remolinos de viento y yo pasaba de corrido en medio de ellos. Vi las calles de la ciudad como nunca antes, en ninguna noche, hube visto, con el asfalto brillante por el alumbrado y bañado de hojarasca. No es necesario decirlo pero no había ente maligno alguno que me fuera persiguiendo.

Regresé a casa. Madre preguntó por mi recorrido. Le conté que había estado sola pedaleando por horas con rumbo al centro de la ciudad, que llegué tan lejos como jamás había imaginado... que no tuve miedo. Creyó que era una broma -¡bravo!-.

Mañana llevaré a la haiosylver a su siguiente retoque, creo que ya está lista para perder su estado de negación. Eso haré, acomodarle dos o tres colores más adoc para su próximo periodo Royaltenenbaumsnian..., algo clásico, sin monstruos y con algún probable rumbo... -tal vez más allá de las teorías-. Todo listo... a menos que la tibieza venga a llevarse mis buenas ganas a la chingada.


                                                                                                                Foto Mar Saldaña

lunes, 5 de noviembre de 2012

Cuando de borrar se trata [en el camino]



Dónde estaba esta mañana que he olvidado despintarme las uñas..., la cabeza se siente volátil. Pocos detalles he atrapado desde hace semanas. Ahora no puedo poner la culpa en la ineficiencia de Gutiérrez, no ahora que casi lo he vuelto a abandonar. Buen detalle que no seamos íntimos de algún modo, no tengo fuerza suficiente para la codependencia.


El sueño apareció de nuevo. En el cuarto se encontraba aquel viejo 'él' y su... -¿cómo habré de llamarlo?-. Veo una especie de cuerpo sin vida a su lado... el otro hombre -en momentos previos con demasiada vida-.



Algunas veces en vigilia recuerdo los dos rostros masculinos disfrutándose. Una fortuna que jamás lo haya visto en la realidad en aquella situación, con esa particular expresión de goce.



-¿Cuál realidad?- podría preguntar Gutiérrez. En algún momento, aún con los ojos cerrados, ya lo he visto y, sin importar más detalles de mi estado, he reconocido su rostro.



En estos días muchas imágenes han comenzado a desvanecerse. Con suerte ese sueño también quedará olvidado. O tal vez con suerte, otro tipo de suerte, jamás lo olvide. 

Como les decía, esta mañana olvidé despintar mis uñas.



                                                                                                  

                                                                                                                     Foto Mar Saldaña

miércoles, 29 de agosto de 2012

La caída

Aún con alas se puede perder el cielo.



                             Foto Mar Saldaña

martes, 21 de agosto de 2012

En algún momento él pronunció algo que me dejó totalmente consternada... puede que la palabra sea excesiva, puede que no. Lo que es peor es que no he logrado aprehender las palabras una a una, si a caso la idea - la idea que tú pedías diera sobre mis ideas-.

El día está nublado como nunca antes, tal vez un par de veces lo he visto así, la verdad es que no recordaría con claridad - la verdad es que hoy me siento particularmente desenmascarada-.

Una desconocida me sonríe brevemente en el vagón de regreso a casa, tremendamente raro. Me muestra su mueca amable por una fracción de tiempo, su rostro maquillado.

¿Dónde estaba yo en aquellos años? , ¿dónde estuve yo?

miércoles, 15 de agosto de 2012

Casa Trinar

-Ésa es la literatura, historias de personas que se desvanecen, que se funden.- Cuando el café cayó sobre mi brazo supe que aún estaba caliente, tal vez imbebible.

Imaginar que se estás emocionado para controlar los nervios... - en verdad, o sólo engañarlos... - no se puede estar en dos lugares a la vez... - pero siempre hay día y noche en algún lugar... Invariablemente. Qué es lo invariable? Realmente lo que no cambia o lo que no tiene posibilidad de cambiar. Es una maldición sin duda, algún maleficio sin remedio, sin variables que le salven.
- ¿Y si lo haces bien? -preguntó.
Nunca sabía qué responder ante esas señales de familiaridad. Me ponían nerviosa, era como si de alguna manera él creyera en mí... - No hay absolutos- repetía. Ya sabía esas palabras, suertudas palabras que cobraban vida una y otra vez. A él le gustaban sus palabras, lo sabía, a mí también.

Los hechos permanecían imbebibles mientras el olor de las suposiciones se nos desparramaba de la habitación; así nuestras tardes de martes, así muchas otras.

lunes, 13 de agosto de 2012

Antes de dormir

A esta hora parece que la música suena sólo para ayudarnos a traer algunos recuerdos a la cama, en unos aparecen rostros conocidos y en otros llegan rasgos que de tanto sonarlos se han llenado de detalles extraños, detalles que agradan para ser soñados -luego podrán tal vez ser borrados-.
http://m.youtube.com/?reload=9&rdm=m8hynf41j#/watch?v=kxh4S2A8Q4U

jueves, 26 de julio de 2012

Casa Trinar


n. ---


Gutiérrez tiene razón, los sueños van perdiéndose mientras la línea del tiempo transcurre... Para la hora del día en que he logrado incorporarme y beber una taza de café he olvidado por completo el sueño de la noche. No sé bien qué es lo que ocurre cuando logro retenerlos, cuando se quedan en la cabeza y puedo hacer una descripción de ellos mientras estoy en el diván. Tal vez es el destino el que indica qué se queda y qué se va.

El sueño... otra vez pensando en ese sueño. Trataré de describir un poco qué es lo que ocurre donde sea que ocurra eso... tal vez he hablado mucho de ese sueño, al menos con Gutiérrez lo he hecho un par de veces, qué digo un par, un ciento tal vez -pueden ser más-. Él tuvo una teoría de inmediato, yo no la había visto, en realidad iba hablando a ciegas, quizás fascinada la primera vez por la rareza de ese lugar; recuerdo que me desperté algo... riente, reía por lo que había visto... por lo que había jugado... después la risa y la fascinación desaparecieron para quedar tan sólo en duda.

Dejé las consultas por un tiempo, decidí que... no recuerdo bien que hubo de ser decidido pero sí recuerdo que no hubo pretextos. Entré a mi cuarto para realizar una llamada, era de noche y estaba algo meditativa por aquellas fechas, parecía que el lugar que habitaba no me quería más ahí -¿me expulsaban? Sí, de esos temas ya había tenido horas y horas, los habíamos platicado en consulta varias veces, sin embargo esta ocasión ya no era necesario... él.

- Mañana no podré ir, dejaré de ir por un tiempo, luego regresaré.-
- Está bien, ¿sólo así?-
- Sí.-
Eso fue todo, colgué el teléfono y regresé al comedor a terminar la cena.

El sueño... ese sueño vino tiempo después, quizás dos meses después. Desperté en la noche, justo con el sueño fresco... las luces permanecían apagadas, sólo la luz que dejaba pasar la cortina de tela liviana y clara iluminaba la habitación. Me senté en el borde de la cama... sonreí... recordé algunos detalles de manera plenamente intencional... quité la sonrisa.







sábado, 21 de julio de 2012

Casa Trinar






4 La advertencia




De mí primera cita recuerdo dos cosas, borrosas ambas... algo de incomodidad... los asientos estaban puestos para no esconderse; y un incómodo "te escucho", a manera de saludo, presentación y sentencia... ¿qué sentencia hube recibido en aquel momento?

Tal vez pueda describir un poco más el lugar en aquellos días, sin embargo sé que la mayor parte de mi recuerdo estará formado por un cómodo arreglo de imágenes presentes y rasgos residuales acumulados en mi memoria. Llegué al lugar justo a tiempo, tal vez con un par de minutos de retardo. Era una puerta pequeña,. justo entre el restaurant de sushi y la florería, tal como había dicho Gutierrez por teléfono. No me costó ningún trabajo llegar, no. 19 de la calle Génova, ahí estaba. La puerta permanecía abierta, tan solo un empujón bastó para que estuviera dentro de un corto pasillo que se convertía en escalera. Subí cada escalón pensando en regresar, que era tarde, que tal vez todo estaba bien y nada de eso era necesario... en fin, llegué al siguiente nivel y ahí estaba, en la sala de espera de Casa Trinar, incómodos sillones color blanco, mesa de centro, artesanías decorando las paredes pintadas de blanco, pintura bastante arruinada por una evidente falta de cuidado y limpieza. Tomé asiento por unos minutos mientras que la recepcionista se desocupaba; recuerdo que fue tiempo suficiente para observar todo el lugar y darme cuenta que la persona que estaba sentada a mi lado tenía ciertas particularidades. Era medio día, la luz entraba por las ventanas de manera acusadora, así fue como vi por primera vez a Joaquín, sentado junto a mí, con las piernas abiertas, rostro de idiota... desesperado porque no lograba abrir una bolsa de frituras. Él llamó mi atención por su tamaño, era un hombre alto, enorme tal vez, unos cuarenta y cinco años, casi calvo... rostro de idiota debo agregar de nuevo. Cuando por fin abrió la bolsa de frituras todas cayeron desperdigándose por el sillón, sonrió y me ofreció unas, le rechacé. Él tomó un puñado y lo llevó a su boca, sonrió de nuevo. Así pasaron algunos minutos, logré ver que sus ojos continuaban alegres mientras seguía comiendo ya con mayor tranquilidad... bien hubieran podido ser pedazos de madera o trozos de papel cartón los que se llevara a la boca, a él parecía importarle poco qué tragara, su mirada estaba por todo el cuarto y su pensamiento puedo asegurar no se encontraba en ese lugar. Creo que sí, me espanté un poco, el tipo era enorme y a la vez tan pequeño, tan infantil... un niño. Dejé de mirarlo para no incomodarme más, continué esperando.

No había pasado mucho tiempo cuando del fondo de la habitación aparecieron dos mujeres, venían caminando juntas por el pasillo que guía a los talleres del lugar. Una mujer era joven, la otra un tanto vieja, cabello largo y sonrisa... de idiota. La mujer vieja me saludó con familiaridad, se acercó tal vez demasiado, tal vez quería olerme... no tengo claro que hacía tan cerca de mí. La mujer joven la sostuvo del brazo y la apartó con cuidado. - ¿A quién esperas?- preguntó.

-Tengo cita con el Dr. Gutierrez.- contesté

-Ah, viene en un segundo.- respondió, y por fin dio una sonrisa de cortesía.

Supe tiempo después que la mujer de cabello largo se llamaba Lolita, no era más funcional y tanto ella como Joaquín vivían en Casa Trinar. La mujer joven debió ser alguien más del personal. Lolita insistió un par de veces más en olfatearme, tocó mi cabello, sonreía cerca de mi rostro... se alejó.

Por fin entré al consultorio, sentados, ambos sentados casi frente a frente, sillones y un librero al rededor; una mesa pequeña con un teléfono y unos cuadros decorativos, ese era el lugar. La ventana daba a la calle, los ruidos que llegaban de afuera eran incómodos... el silencio inicial fue todavía más incómodo.

- Te escucho.

lunes, 16 de julio de 2012

Casa Trinar






3 La llamada




Llamé por primera vez, número directo, él me contestó.

Algunas veces ocurre que uno llega a conocer a gente pasajera, no se cruzan muchas palabras, tal vez algunas miradas son más valiosas, se comparten espacios, se baila por algunos momentos juntas... sí, así fue como conocí a Manuela, una tipa desequilibrada que asistía a las mismas clases de baile que yo. Ella era psicóloga, personalmente nunca creí que tuviera capacidad alguna para su profesión, me parecía tanto más dispersa, incapaz de aprehender detalles minúsculos del rededor, en fin, supongo que mi curiosidad me llevó a conocer algunos sus asuntos personales y mi imaginación hizo que la viera como una persona colapsante, a veces pasa. Tal vez sea la persona más capaz y feliz del planeta, yo no lo vi así.

Hubo una tarde en la que entablé conversación con ella, todo perfectamente premeditado. Necesitaba saber algunos datos sobre... no recuerdo bien pero estoy segura que mi curiosidad obraba entonces con propósito. Le pregunté acerca de su trabajo, fue entonces que me enteré de Casa Trinar, la institución en que ella trabajaba.

-Algunas personas necesitan un acompañante por las tardes, a veces salimos al mercado... al banco, cualquier lugar cercano en el que se sientan cómodos para que poco a poco vayan reintegrándose a la vida.-

Recuerdo estas palabras... no recuerdo nada antes, nada después de ellas. ¿Quiénes? ¿qué vida? ¿qué mercado? Pasados dos segundos contesté con alguna de esas frases amables que tan bien tengo estudiadas, pronunciación entusiasta, empática... cortante. Un buenas noches y terminó la conversación.

Poco tiempo después de eso dejó de asistir a las clases. Una casualidad que justo ocurriera cuando esperaba verla para preguntarle la dirección de aquel lugar. Esperé un poco, hice algunas preguntas sobre cuándo es que regresaría a clases; no recibí respuestas claras. Algunos chismes corrieron sobre su desaparición, parece que la corrieron de la escuela por falta de pago, por conducta inmoral, por robo. No regresaría, así que le llamé por teléfono y le pedí la información que necesitaba.

Así fue como obtuve el teléfono del Dr. Gutierrez. Para cuando llamé él ya esperaba mi llamada, Manuela le había comentado que había solicitado asistencia, así que se acordó el día y la hora de mi primer consulta. Colgué el teléfono sin haber logrado hacer un dibujo de este tipo, creo que hasta la fecha carezco de una imagen clara de quién es él. Una voz, tan sólo una voz, así fue en esa llamada y puede que hasta hoy así continúe siendo. Una persona por completo impersonal.

domingo, 15 de julio de 2012

Casa Trinar


2 ¿... y a las zanahorias les dolerá ser desolladas?




A veces hay que aceptar ciertas incomodidades, algunos inconvenientes contra los cuales quedamos cruzados de manos. Eso puede darse muy seguido en esto del monologueo, en esto de las voces que recorren una habitación; una es mía -aún cuando de esto me queden algunas dudas-, la otra es de un desconocido, de alguien tan sólo referido por el insignificante -e insignificante en el sentido formal de la palabra- nombramiento de Dr. Gutierrez.

-Aquí le dejamos.- dijo apenas pasara un largo silencio en el que había caído pasmada por algunos de los sonidos que viajaron rompiendo el silencio de la habitación. Si hubieron salido de su boca o de la mía, dieron lo mismo, me dejaron tirada -valga la insistencia en la posición-, totalmente ida. ¿A dónde había ido?

-De acuerdo.- contesté, me incorporé y saqué el dinero del bolsillo. Le extendí los dos billetes, en esa ocasión llevaba el dinero exacto así que no tuve que esperar ningún movimiento de respuesta. Me levanté y salí de la habitación. -Te veo el martes.- dije a manera de despedida. Él hubo contestado con un mosílabo o cosa parecida mientras yo cerraba la puerta tras de mí. Bajé las escaleras y en algunos segundos estaba de nuevo en la calle, fuera de Casa Trinar. Un segundo pensando que tal vez aún no quería regresar a casa... dos segundo y di cuenta que no tenía qué demonios hacer en la calle, así que sí, volví a casa sin más ni más.

Las consultas con el Dr. Gutierrez comenzaron un año atrás, tal vez después de algunos episodios... tal vez siendo esperadas desde mucho antes, pero recuerdo que fue un momento en particular lo que me hizo levantar el teléfono y pedir la cita.


Era el día de mi cumpleaños, principios de otoño y entonces ocurrió que no habría pastel... no habría con quien compartir un pastel aquel día... creo que en verdad no había ganas de festejar algo, parecía que el día no existía. En fin, me levanté de la cama, tomé el baño más largo que hasta hoy recuerde, dejé simplemente correr y correr el agua caliente, caliente hasta hacer arder la piel... hasta hacer sentir el cuerpo desnudo. No es que quiera hacerme la lista pero a veces cuando uno se baña no siente realmente la desnudez, puede ser que el contacto con el agua cree un manto o cosa semejante y entonces resulte que en la soledad del baño uno encuentre que está vestido, frotándose sin ser visto, tal vez uno mismo no pretende verse... pero aquel día fue distinto, el agua no me cubría, parecía que me desnudaba, que deshacía cualquier velo... un abrazo, eso deseé, un abrazo para cubrir mi cuerpo desnudo, así que sin más ni más me rodeé con mis brazos durante un largo tiempo, mientras las gotas desollantes atacaban cualquiera que fuera mi máscara.


Muchos minutos después salí del baño para entrar a mi habitación y entonces supe, al ver mi espalda roja... asquerosamente roja reflejada en el espejo que era hora de llamar a este tipo, el Dr. Gutierrez. Un poco de charla no le haría daño a nadie... ¿o sí?

sábado, 14 de julio de 2012

Casa Trinar



1 La cita






Tal vez es eso que hube visto una vez al dormir lo que me hace permanecer con los ojos abiertos... parece que no siento la presencia de algún sueño, un sueño... cualquier sueño... Mis manos se mueven mientras tecleo esto, mis ojos recorren una y otra vez esa habitación en la que estaba... él también estaba... otro más al otro lado. No, no he logrado arreglar ese espacio para hacerlo medianamente familiar... -tal vez es demasiado familiar- diría el Dr. Gutierrez. ¿Por qué recurro a sus palabras?


El problema no es lo que hube soñado, el problema no es que regrese a ese lugar inexistente de cuando en cuando, no es que lo haya pronunciado ni que no lo entienda... tal vez no hay problema... tal vez el problema es que quiero leerle algo, quiero volver a ese sueño y encontrar algo que quizás no dice, o quizás esté plenamente oculto, con un millón de pistas flotando en el no-lugar para que yo pueda leerle... para que lo adquiera, lo haga realmente mío... más mío aún.


El Dr. Gutierrez dio algunas pistas sobre el asunto, unas las pronunció con su tono puntualmente serio, otras las dejó dibujadas con la duda que arrastra su lengua perezosa sobre la habitación... ese modo de hablar alargando vocales... sugiriendo cosas que yo tal vez no veo. En cambio, vi otras que me hicieron soltar carcajadas. Tal vez deba dejar de reír de ese modo durante la consulta o un día en verdad me creerá una loca, tan loca como aquellas personas de espanto que caminan sin fijar la mirada, que dicen incoherencias mientras comen compulsivamente en la sala de espera, que hablan de nada para matar silencios... ¿que tanto luzco como ellas?

Han pasado cinco semanas desde aquel sueño, éste se convirtió en la razón por la cual regresé al consultorio del Dr. Gutierrez. Recuerdo que le llamé por la mañana, solicitando cita porque había visto algo extraño... algo de lo que deseaba hablar. Él respondió un par de horas después, devolvió la llamada para arreglar el turno de mi visita. No, nunca me hubo dado de alta antes, yo fui quien dejó de ir porque creí que no era más necesaria la charla monologal. Yo decidí... huir tal vez, no estar. El sueño que tuve fue demasiado, demasiado vago, difuso, incoherente. Tanto para jugar... sabía que él querría jugar a leerlo conmigo.


Yo en el diván una tarde, narrando paso a paso... o todo junto en una sola palabra... no encontraba palabras. -¡Wow! parece una película.-

jueves, 28 de junio de 2012

No-lugar

Hubo muchas horas en las cuales los pasos quedaron esperando dirección, ésas solían darse por algún mal conjuro del tiempo, así hubo pasado antes... antes de quedar varadas... -También hubiese ocurrido de tener aquel quimérico punto insertado en la visión.-
No hubo valor, no como aquel de años atrás, sí, atrás una y otra vez. Tal vez ahí tampoco era valor, era otra cosa, ¿cómo habré de llamarla?... -¡Desprecio!
Pudo ser que el tiempo corriera, que las risas llegaran... que se fueran solas, mudas... Innecesario contarlas, atraparlas; venían por cientos. -Se perdieron.-
¿Hubieron voces en aquel entonces? ¡No! Jamás se oyeron voces, ruidos... ecos. Todo permanecía en silencio, sólo nuestras risas dibujaron el espacio llamado miedo. -Recuerda que no huyeron-
De haber entendido el espacio lo hubiésemos hecho, pero tan sólo estábamos olvidadas... Sí, era desprecio. La realidad nos despreciaba. -Nosotras la apartamos-
La dejamos a un lado... ¿caminamos aún a un lado?

lunes, 25 de junio de 2012

Inventar la verdad

Pongo el oído atento al pecho,
como, en la orilla, el caracol al mar.
Oigo mi corazón latir sangrando
y siempre y nunca igual.
Sé por qué late así, pero no puedo
decir por qué será.

Si empezara a decirlo con fantasmas
de palabras y engaños al azar,
llegaría, temblando de sorpresa,
a inventar la verdad:
¡Cuando fingí quererte, no sabía
que te quería ya!


Xavier Villaurrutia 

martes, 19 de junio de 2012

lunes, 18 de junio de 2012

martes, 17 de abril de 2012

Mi abuelo

-Cuídanos y protégenos Dios mío, por amor, por siempre. 
Cuídanos y protégenos Dios mío, por amor, por siempre. 
Cuídanos y protégenos Dios mío por amor por siempre...- 
balbuceaba una voz poco antes del atardecer.

Supongo a nadie le queda bien eso de estar medio muerto... no muerto, sólo medio muerto... ese momento interminable que puede durar semanas... días... segundos... Años en ausencias sucesivas adheridas al inmenso desgano, a la total insensatez... o a un sencillo devenir de la muerte.
"Qué feo es ver morir a tus padres" dijo ese día por la tarde mi madre. Si era verdad o mentira no podía yo saberlo, yo sólo sabía que no estaba lista aún para verlo partir. Siempre creí que me enseñaría algo, no sabía qué pero seguro había en él algo interesante, de ese tipo de cosas que uno espera aprender algún día pero nunca se da el tiempo para preguntar los cómos.
Eran los primeros días de febrero, los vientos estaban tan rabiosos como suelen estarlo en esa época del año; los atardeceres aún fríos pero con mucha, mucha presencia de naranjos rayos. En ese mes mi primer padre habría de morir, sí, sin más ni más habría de dejar de maldecir su existencia y quedaría perplejo en el último abrazo de infinito amor con su hijo menor, su más amado amigo.
Hubo una tarde en aquel mes, una tarde en que estuve con él y sus últimas agonías pero si he de ser sincera, esas son las horas que más desearía olvidar. Si he de hablar verdades, tendría que decir que el miedo me invadió desde los huesos, que no pude moverme ni tocarlo, que no calmé mis las lágrimas ni las oraciones dejaron de fluir en vano. Tenía a mi padre frente a mí tirado, sufriente, delirante y mi corazón no hacía más que llorar muertes.
Heme aquí culpable de haber contaminado con tristezas su lecho de muerte.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Pájaros blancos

Ya son mil horas en esta jaula de pájaros blancos.
El olor del piso se convierte en algo insoportable... apesta! 
La paciencia se agota... las sonrisas van secándose de su compasión.

Ha llegado la noche, vendrá una visita...dos visitas...
tres sueños serán rotos esta noche.
Alcanzaré a ver el final del último? de alguno?

Las horas pasan en esta jaula de pájaros blancos
y todos vamos huyendo de los finales...
Tres visitas.

martes, 21 de febrero de 2012

La espera

He visto hombres vestidos en blanco... mujeres sin cabello a edades que no se cuentan más con números... pies hinchados que no sabrán andar de nuevo, y aún con todo ello, en medio de esta sala en donde solo abunda comida de colores hipnóticos, aún aquí hay una cosa extraña... no sabría si llamarla esperanza, tal vez no lo sea, tal vez es sólo el poder de mil gotas derramadas, lágrimas saladas explotando detrás de ojos hinchados, ojos rojizos y cansados que mal cubren los crujidos de adentro.
¿Qué se rompió? El sueño se rompió, el andar constante, rutinario... rítmico quedó roto, y en alguna hora si más ni más tuvieron que salir corriendo para refugiarse aquí, en esta sala hecha con paredes que no brindan esperanza, en este pozo de lágrimas. Sí, esto es un pozo del cual algunos saldrán y otros permanecerán para conocer la eternidad de los sueños.

sábado, 18 de febrero de 2012

Gemelos


He aquí dos hermanos, nacieron para el mismo trabajo,  
trabajo que a los dos los habrá de convertir un día 
en deformes dentados.