jueves, 26 de julio de 2012

Casa Trinar


n. ---


Gutiérrez tiene razón, los sueños van perdiéndose mientras la línea del tiempo transcurre... Para la hora del día en que he logrado incorporarme y beber una taza de café he olvidado por completo el sueño de la noche. No sé bien qué es lo que ocurre cuando logro retenerlos, cuando se quedan en la cabeza y puedo hacer una descripción de ellos mientras estoy en el diván. Tal vez es el destino el que indica qué se queda y qué se va.

El sueño... otra vez pensando en ese sueño. Trataré de describir un poco qué es lo que ocurre donde sea que ocurra eso... tal vez he hablado mucho de ese sueño, al menos con Gutiérrez lo he hecho un par de veces, qué digo un par, un ciento tal vez -pueden ser más-. Él tuvo una teoría de inmediato, yo no la había visto, en realidad iba hablando a ciegas, quizás fascinada la primera vez por la rareza de ese lugar; recuerdo que me desperté algo... riente, reía por lo que había visto... por lo que había jugado... después la risa y la fascinación desaparecieron para quedar tan sólo en duda.

Dejé las consultas por un tiempo, decidí que... no recuerdo bien que hubo de ser decidido pero sí recuerdo que no hubo pretextos. Entré a mi cuarto para realizar una llamada, era de noche y estaba algo meditativa por aquellas fechas, parecía que el lugar que habitaba no me quería más ahí -¿me expulsaban? Sí, de esos temas ya había tenido horas y horas, los habíamos platicado en consulta varias veces, sin embargo esta ocasión ya no era necesario... él.

- Mañana no podré ir, dejaré de ir por un tiempo, luego regresaré.-
- Está bien, ¿sólo así?-
- Sí.-
Eso fue todo, colgué el teléfono y regresé al comedor a terminar la cena.

El sueño... ese sueño vino tiempo después, quizás dos meses después. Desperté en la noche, justo con el sueño fresco... las luces permanecían apagadas, sólo la luz que dejaba pasar la cortina de tela liviana y clara iluminaba la habitación. Me senté en el borde de la cama... sonreí... recordé algunos detalles de manera plenamente intencional... quité la sonrisa.







sábado, 21 de julio de 2012

Casa Trinar






4 La advertencia




De mí primera cita recuerdo dos cosas, borrosas ambas... algo de incomodidad... los asientos estaban puestos para no esconderse; y un incómodo "te escucho", a manera de saludo, presentación y sentencia... ¿qué sentencia hube recibido en aquel momento?

Tal vez pueda describir un poco más el lugar en aquellos días, sin embargo sé que la mayor parte de mi recuerdo estará formado por un cómodo arreglo de imágenes presentes y rasgos residuales acumulados en mi memoria. Llegué al lugar justo a tiempo, tal vez con un par de minutos de retardo. Era una puerta pequeña,. justo entre el restaurant de sushi y la florería, tal como había dicho Gutierrez por teléfono. No me costó ningún trabajo llegar, no. 19 de la calle Génova, ahí estaba. La puerta permanecía abierta, tan solo un empujón bastó para que estuviera dentro de un corto pasillo que se convertía en escalera. Subí cada escalón pensando en regresar, que era tarde, que tal vez todo estaba bien y nada de eso era necesario... en fin, llegué al siguiente nivel y ahí estaba, en la sala de espera de Casa Trinar, incómodos sillones color blanco, mesa de centro, artesanías decorando las paredes pintadas de blanco, pintura bastante arruinada por una evidente falta de cuidado y limpieza. Tomé asiento por unos minutos mientras que la recepcionista se desocupaba; recuerdo que fue tiempo suficiente para observar todo el lugar y darme cuenta que la persona que estaba sentada a mi lado tenía ciertas particularidades. Era medio día, la luz entraba por las ventanas de manera acusadora, así fue como vi por primera vez a Joaquín, sentado junto a mí, con las piernas abiertas, rostro de idiota... desesperado porque no lograba abrir una bolsa de frituras. Él llamó mi atención por su tamaño, era un hombre alto, enorme tal vez, unos cuarenta y cinco años, casi calvo... rostro de idiota debo agregar de nuevo. Cuando por fin abrió la bolsa de frituras todas cayeron desperdigándose por el sillón, sonrió y me ofreció unas, le rechacé. Él tomó un puñado y lo llevó a su boca, sonrió de nuevo. Así pasaron algunos minutos, logré ver que sus ojos continuaban alegres mientras seguía comiendo ya con mayor tranquilidad... bien hubieran podido ser pedazos de madera o trozos de papel cartón los que se llevara a la boca, a él parecía importarle poco qué tragara, su mirada estaba por todo el cuarto y su pensamiento puedo asegurar no se encontraba en ese lugar. Creo que sí, me espanté un poco, el tipo era enorme y a la vez tan pequeño, tan infantil... un niño. Dejé de mirarlo para no incomodarme más, continué esperando.

No había pasado mucho tiempo cuando del fondo de la habitación aparecieron dos mujeres, venían caminando juntas por el pasillo que guía a los talleres del lugar. Una mujer era joven, la otra un tanto vieja, cabello largo y sonrisa... de idiota. La mujer vieja me saludó con familiaridad, se acercó tal vez demasiado, tal vez quería olerme... no tengo claro que hacía tan cerca de mí. La mujer joven la sostuvo del brazo y la apartó con cuidado. - ¿A quién esperas?- preguntó.

-Tengo cita con el Dr. Gutierrez.- contesté

-Ah, viene en un segundo.- respondió, y por fin dio una sonrisa de cortesía.

Supe tiempo después que la mujer de cabello largo se llamaba Lolita, no era más funcional y tanto ella como Joaquín vivían en Casa Trinar. La mujer joven debió ser alguien más del personal. Lolita insistió un par de veces más en olfatearme, tocó mi cabello, sonreía cerca de mi rostro... se alejó.

Por fin entré al consultorio, sentados, ambos sentados casi frente a frente, sillones y un librero al rededor; una mesa pequeña con un teléfono y unos cuadros decorativos, ese era el lugar. La ventana daba a la calle, los ruidos que llegaban de afuera eran incómodos... el silencio inicial fue todavía más incómodo.

- Te escucho.

lunes, 16 de julio de 2012

Casa Trinar






3 La llamada




Llamé por primera vez, número directo, él me contestó.

Algunas veces ocurre que uno llega a conocer a gente pasajera, no se cruzan muchas palabras, tal vez algunas miradas son más valiosas, se comparten espacios, se baila por algunos momentos juntas... sí, así fue como conocí a Manuela, una tipa desequilibrada que asistía a las mismas clases de baile que yo. Ella era psicóloga, personalmente nunca creí que tuviera capacidad alguna para su profesión, me parecía tanto más dispersa, incapaz de aprehender detalles minúsculos del rededor, en fin, supongo que mi curiosidad me llevó a conocer algunos sus asuntos personales y mi imaginación hizo que la viera como una persona colapsante, a veces pasa. Tal vez sea la persona más capaz y feliz del planeta, yo no lo vi así.

Hubo una tarde en la que entablé conversación con ella, todo perfectamente premeditado. Necesitaba saber algunos datos sobre... no recuerdo bien pero estoy segura que mi curiosidad obraba entonces con propósito. Le pregunté acerca de su trabajo, fue entonces que me enteré de Casa Trinar, la institución en que ella trabajaba.

-Algunas personas necesitan un acompañante por las tardes, a veces salimos al mercado... al banco, cualquier lugar cercano en el que se sientan cómodos para que poco a poco vayan reintegrándose a la vida.-

Recuerdo estas palabras... no recuerdo nada antes, nada después de ellas. ¿Quiénes? ¿qué vida? ¿qué mercado? Pasados dos segundos contesté con alguna de esas frases amables que tan bien tengo estudiadas, pronunciación entusiasta, empática... cortante. Un buenas noches y terminó la conversación.

Poco tiempo después de eso dejó de asistir a las clases. Una casualidad que justo ocurriera cuando esperaba verla para preguntarle la dirección de aquel lugar. Esperé un poco, hice algunas preguntas sobre cuándo es que regresaría a clases; no recibí respuestas claras. Algunos chismes corrieron sobre su desaparición, parece que la corrieron de la escuela por falta de pago, por conducta inmoral, por robo. No regresaría, así que le llamé por teléfono y le pedí la información que necesitaba.

Así fue como obtuve el teléfono del Dr. Gutierrez. Para cuando llamé él ya esperaba mi llamada, Manuela le había comentado que había solicitado asistencia, así que se acordó el día y la hora de mi primer consulta. Colgué el teléfono sin haber logrado hacer un dibujo de este tipo, creo que hasta la fecha carezco de una imagen clara de quién es él. Una voz, tan sólo una voz, así fue en esa llamada y puede que hasta hoy así continúe siendo. Una persona por completo impersonal.

domingo, 15 de julio de 2012

Casa Trinar


2 ¿... y a las zanahorias les dolerá ser desolladas?




A veces hay que aceptar ciertas incomodidades, algunos inconvenientes contra los cuales quedamos cruzados de manos. Eso puede darse muy seguido en esto del monologueo, en esto de las voces que recorren una habitación; una es mía -aún cuando de esto me queden algunas dudas-, la otra es de un desconocido, de alguien tan sólo referido por el insignificante -e insignificante en el sentido formal de la palabra- nombramiento de Dr. Gutierrez.

-Aquí le dejamos.- dijo apenas pasara un largo silencio en el que había caído pasmada por algunos de los sonidos que viajaron rompiendo el silencio de la habitación. Si hubieron salido de su boca o de la mía, dieron lo mismo, me dejaron tirada -valga la insistencia en la posición-, totalmente ida. ¿A dónde había ido?

-De acuerdo.- contesté, me incorporé y saqué el dinero del bolsillo. Le extendí los dos billetes, en esa ocasión llevaba el dinero exacto así que no tuve que esperar ningún movimiento de respuesta. Me levanté y salí de la habitación. -Te veo el martes.- dije a manera de despedida. Él hubo contestado con un mosílabo o cosa parecida mientras yo cerraba la puerta tras de mí. Bajé las escaleras y en algunos segundos estaba de nuevo en la calle, fuera de Casa Trinar. Un segundo pensando que tal vez aún no quería regresar a casa... dos segundo y di cuenta que no tenía qué demonios hacer en la calle, así que sí, volví a casa sin más ni más.

Las consultas con el Dr. Gutierrez comenzaron un año atrás, tal vez después de algunos episodios... tal vez siendo esperadas desde mucho antes, pero recuerdo que fue un momento en particular lo que me hizo levantar el teléfono y pedir la cita.


Era el día de mi cumpleaños, principios de otoño y entonces ocurrió que no habría pastel... no habría con quien compartir un pastel aquel día... creo que en verdad no había ganas de festejar algo, parecía que el día no existía. En fin, me levanté de la cama, tomé el baño más largo que hasta hoy recuerde, dejé simplemente correr y correr el agua caliente, caliente hasta hacer arder la piel... hasta hacer sentir el cuerpo desnudo. No es que quiera hacerme la lista pero a veces cuando uno se baña no siente realmente la desnudez, puede ser que el contacto con el agua cree un manto o cosa semejante y entonces resulte que en la soledad del baño uno encuentre que está vestido, frotándose sin ser visto, tal vez uno mismo no pretende verse... pero aquel día fue distinto, el agua no me cubría, parecía que me desnudaba, que deshacía cualquier velo... un abrazo, eso deseé, un abrazo para cubrir mi cuerpo desnudo, así que sin más ni más me rodeé con mis brazos durante un largo tiempo, mientras las gotas desollantes atacaban cualquiera que fuera mi máscara.


Muchos minutos después salí del baño para entrar a mi habitación y entonces supe, al ver mi espalda roja... asquerosamente roja reflejada en el espejo que era hora de llamar a este tipo, el Dr. Gutierrez. Un poco de charla no le haría daño a nadie... ¿o sí?

sábado, 14 de julio de 2012

Casa Trinar



1 La cita






Tal vez es eso que hube visto una vez al dormir lo que me hace permanecer con los ojos abiertos... parece que no siento la presencia de algún sueño, un sueño... cualquier sueño... Mis manos se mueven mientras tecleo esto, mis ojos recorren una y otra vez esa habitación en la que estaba... él también estaba... otro más al otro lado. No, no he logrado arreglar ese espacio para hacerlo medianamente familiar... -tal vez es demasiado familiar- diría el Dr. Gutierrez. ¿Por qué recurro a sus palabras?


El problema no es lo que hube soñado, el problema no es que regrese a ese lugar inexistente de cuando en cuando, no es que lo haya pronunciado ni que no lo entienda... tal vez no hay problema... tal vez el problema es que quiero leerle algo, quiero volver a ese sueño y encontrar algo que quizás no dice, o quizás esté plenamente oculto, con un millón de pistas flotando en el no-lugar para que yo pueda leerle... para que lo adquiera, lo haga realmente mío... más mío aún.


El Dr. Gutierrez dio algunas pistas sobre el asunto, unas las pronunció con su tono puntualmente serio, otras las dejó dibujadas con la duda que arrastra su lengua perezosa sobre la habitación... ese modo de hablar alargando vocales... sugiriendo cosas que yo tal vez no veo. En cambio, vi otras que me hicieron soltar carcajadas. Tal vez deba dejar de reír de ese modo durante la consulta o un día en verdad me creerá una loca, tan loca como aquellas personas de espanto que caminan sin fijar la mirada, que dicen incoherencias mientras comen compulsivamente en la sala de espera, que hablan de nada para matar silencios... ¿que tanto luzco como ellas?

Han pasado cinco semanas desde aquel sueño, éste se convirtió en la razón por la cual regresé al consultorio del Dr. Gutierrez. Recuerdo que le llamé por la mañana, solicitando cita porque había visto algo extraño... algo de lo que deseaba hablar. Él respondió un par de horas después, devolvió la llamada para arreglar el turno de mi visita. No, nunca me hubo dado de alta antes, yo fui quien dejó de ir porque creí que no era más necesaria la charla monologal. Yo decidí... huir tal vez, no estar. El sueño que tuve fue demasiado, demasiado vago, difuso, incoherente. Tanto para jugar... sabía que él querría jugar a leerlo conmigo.


Yo en el diván una tarde, narrando paso a paso... o todo junto en una sola palabra... no encontraba palabras. -¡Wow! parece una película.-