lunes, 17 de octubre de 2011

1 El viaje

Todo comenzó una tarde mientras regresaba a casa. Había tomado el tren de las 10 pm, justo había llegado al andén  después de sortear varios imprevistos en la carretera, alguna estremecedora colisión acababa de ocurrir en la intersección de la principal y las viejas vías del tren. No importaba observar los detalles de los autos destruidos, en otra ocasión me hubiera detenido a tomar fotos y algunas notas, pero no esta noche, esta noche deseaba llegar a casa antes de la media noche, tenía ya tiempo cumpliendo con ese estricto orden en mi listado diario. En fin, llegué al andén a tiempo, tomé el tren entre empujones y algunas incómodas movilizaciones de mi cuerpo, cosas de las que uno jamás se creería capaz pero con tal de introducirme en el vagón fueron hechas. En mi mente repasaba las conclusiones de la charla de aquella tarde, no quería que se escaparan aquellos detalles por los que había invertido una hora de mi tiempo y algunas monedas... siempre es un placer convivir con los viejos amigos, pero ésta no había sido de aquellas charlas de camaradería, se trataba de un investigador privado que estaba bajo contrato, las notificaciones eran privadas, los datos de la investigación celosamente entregados... una situación de lo más compleja que no permitía errores de olvido o descuido, quería aprehender todos los datos compartidos y sentía una angustiosa necesidad de controlar las palabras pronunciadas aquella tarde, todo era tan estresante mientras tomaba el tren de las 10 de la noche rumbo a casa, en medio de apretones y gente por demás sucia después de las jornadas dentro de la gran ciudad en plena expansión; respiraba yeso y algunos otros materiales de construcción, olores de cuerpos agitados, sucios y agotados. No podía permitirme distracciones así que traté de controlarme y quedar anclado a mis pensamientos. Entonces giré mi cuerpo, prefería quedar con la vista en dirección a los paisajes nocturnos que aparecían a través de los ventanales, rápidos flashazos de luces citadinas y descontrolados movimientos en las avenidas. Lo curioso de aquella noche apareció justo tras ese giro, una belleza de lo más extraña atrapó mi atención. De alguna manera y sin que yo lo notara logró acceder al vagón después de mí, justo en la misma estación, justo en el mismo andén... pero no la había visto sino hasta ese momento. Su rostro me quitó el aliento, perfectamente acomodado, delicado, tenue. Su cabellera era de un tono rojizo inestable y brillante que descendía en una voluminosa cascada de rizos sobre su espalda. Sus ojos redondos y cuidadosamente detallados con algún maquillaje barato, sus mejillas tersas y blancas... su boca pequeña y sin una sola línea que delatara preocupación alguna. Llevaba en brazos a una niña, no habría de tener más allá de un año de edad, se veía tranquilamente dormida sobre su pecho a pesar de los movimientos bruscos de aquel tren, a pesar de verse tan desamparada al igual que su madre... Sí, lo primero que vino a mi mente después de la contemplación de su belleza fue su desamparo, su repugnante situación. No dejé de verlas durante el transcurso de mi viaje... (continúa)

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